martes, 7 de agosto de 2018

Aguanta, que merecerá la pena. Repetirse esta frase todos los días, y la pregunta es ¿hasta cuándo hay que seguir aguantando?, ¿dónde está el límite entre el objetivo y el sobreesfuerzo? Pues no está en otro lado que en las ganas. A veces el objetivo se difumina, cambia, o simplemente se acaban las ganas de perseguirlo, o las fuerzas. Dicen que es mejor una retirada a tiempo que una victoria, pero hay batallas que no tienen vencedores, y nunca los tuvieron. Hay veces que en el camino se presentan tantos obstáculos que hay que plantearse si seguir saltándolos, o cambiar de destino, por que no todos los caminos llegan a Roma, y eso es algo que aprendí hace tiempo. Hay veces que hay que hacer un sobreesfuerzo, y no por algo, ni tan siquiera por alguien, sino por ti. Somos lo único que nos queda, y el único camino a seguir, nosotros mismos, y hay muchas veces que hay que anteponerse, no seguir el camino por inercia y cambiar nuestro objetivo de una vez. No todos los caminos son el destino que buscamos, aunque creamos que sí, aunque lo parezca en el más mínimo detalle, y hay que darse cuenta, pero hay que tener mucho valor para hacerlo. Hay decisiones que hay que tomar, y personas que hay que abandonar, para descubrir experiencias nuevas, nuevos caminos, y nuevas metas.

A pesar de todo, el objetivo es nítido: mi felicidad y tranquilidad interna. Y es verdad que las decisiones correctas son las más difíciles de tomar, pero son como hilos que forman algo con esfuerzo, y hay que luchar por ese algo.